desde su construcción en 1882 en barcelona como primer museo público de la ciudad, el museo martorell ha sido objeto de actuaciones de reforma, urbanísticas y revisiones de planes de usos que lo han sumergido en el aislamiento urbano; el nuevo museo debía materializa el afán de transformación social de la institución basado en la accesibilidad; se tomó como referente la vocación de apertura y el deber de accesibilidad del museo ambulante, un artefacto portátil que el museo de ciencias utiliza como “boîte-en-valise”: un museo en sí mismo que pasea cual “museo de bolsillo” para acercar las colecciones hasta centros penitenciarios y hospitales con enfermos de larga duración; la rehabilitación asume como propia la tesis de fontserè: un cuerpo permeable, abierto a la ciudad, capaz de convertir un límite en un umbral urbano; las intervenciones quirúrgicas sobre las dos fachadas principales permiten resignificar el entorno del histórico parque de la ciudadela, llamado a ser el nuevo polo científico y académico de la ciudad; se vacía la plementeria de ladrillado estucado que rellena el intercolumnio, conservando los elementos (pilastras y entablamiento de piedra) con más vocación de permanencia de la fachada; esta misma operación se replica en el interior con apeos y derribos selectivos; la planta baja se convierte en un vestíbulo pasante, con todas sus puertas potencialmente abiertas de par en par; la actuación desjerarquiza los accesos transformando la fachada de detrás en un delante; la actuación en las fachadas bascula entre la exigencia de mantenimiento integral de la volumetría como consecuencia de la catalogación del edificio como bien cultural de interés local y la necesidad de adaptar la preexistencia a los parámetros de accesibilidad, sostenibilidad y las nuevas necesidades museográficas; la actuación propicia la apertura de un paso de peatones que inaugura un nuevo recorrido urbano entre las sedes universitarias de la calle wellington y los espacios públicos que desde la iglesia de santa maría del mar hasta el mercado del borne desembocan en la calle que da nombre a la nueva función urbana del museo: la puerta de la fusina; en las naves laterales el proyecto opera en las antípodas: mientras la permeabilidad del cuerpo central exige actuaciones necesariamente estructurales, la precaria prestación térmica de las naves laterales precisa una intervención estrictamente epidérmica sobre la envolvente; parte importante de la rehabilitación consiste en implementar un sistema de climatización de altas prestaciones en un edificio que por su propia tipología monumental carece de espacios servidores